¿Tu perro se altera apenas tocás la correa? ¿Ladra, salta, gira en círculos o parece “fuera de control”? Aunque lo veas feliz, ese estado de excitación puede estar afectando su bienestar… y el tuyo también.
Salir a pasear debería ser un momento de disfrute compartido. Sin embargo, para muchas personas se convierte en una rutina estresante: su perro se desespera, los arrastra por la vereda, ignora todo lo aprendido. Lo que debería ser un acto placentero se vuelve una carrera de obstáculos. Y muchas veces, detrás de esa escena, hay algo que pasa desapercibido: una mala gestión emocional desde el minuto cero.
El paseo empieza antes de salir por la puerta
Desde el punto de vista del comportamiento animal, la emoción con la que el perro inicia una experiencia condiciona profundamente cómo la va a vivir. Si tu perro asocia la correa, la puerta o tus zapatillas con una explosión de adrenalina, entonces no está yendo a pasear: está saliendo a sobrevivir al caos de su propio cuerpo.
La excitación no es felicidad. Es un estado de activación nerviosa que puede parecer entusiasmo, pero en realidad refleja una incapacidad de autorregularse. No es que el perro “está contento”, es que no puede manejar lo que siente.
Esto no solo impacta en la calidad del paseo (tirones, desbordes, frustración), sino también en:
- Su capacidad de aprender durante la caminata
- Su respuesta a estímulos del entorno (perros, personas, ruidos)
- Su tolerancia a la frustración
- Su salud emocional general
Lo que no se ve: el desgaste emocional del tutor
El humano que convive con un perro excitado también sufre. Muchas personas viven con culpa, sienten que no pueden con su perro, que no saben cómo calmarlo, que lo aman pero “no pueden disfrutarlo”. La rutina se llena de pequeñas tensiones: evitar ciertos horarios, evitar cruzarse con otros perros, planear todo para que “no se altere”.
Este desgaste emocional muchas veces pasa desapercibido, pero va generando distancia, frustración y, en casos extremos, incluso rupturas en el vínculo.
¿Por qué se genera esta excitación desmedida?
En la mayoría de los casos, no es por “mala educación”, sino por una combinación de factores:
- Anticipación sin regulación: el perro aprende que ciertos indicios anuncian acción inmediata, sin herramientas para gestionar la espera.
- Pocas oportunidades para descargar energía mental y emocional en el día a día.
- Aprendizajes no intencionales: sin darnos cuenta, muchas veces reforzamos la excitación sin querer (correa = fiesta).
Y lo más importante: nadie enseña cómo gestionar la emoción previa al paseo. Se habla mucho de caminar sin tirar, pero poco de cómo llegar a ese momento en un estado emocional adecuado.
¿Se puede trabajar esta problemática con métodos positivos?
Sí. Y no solo es posible, sino profundamente necesario si queremos un perro que disfrute el paseo y no lo padezca, y un humano que se relacione desde la calma y la confianza, no desde la tensión.
Trabajar esta temática no significa apagar la alegría del perro, sino ayudarlo a regular sus emociones, tolerar la espera, gestionar la excitación, y salir a la calle en un estado de mayor equilibrio.
Y en ese proceso, el humano también aprende a leer mejor a su perro, a anticipar señales, a entender el porqué detrás de cada conducta, y a dejar de vivir el paseo como una lucha de fuerzas.
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- Qué sucede a nivel emocional y neurológico en tu perro cuando se sobreexcita
- Cómo el estado emocional inicial condiciona toda la experiencia del paseo
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